Libro de Manu  
 
  ENTREVISTA: Mary Carmen Sánchez Ambriz 19-05-2024 07:37 (UTC)
   
 
Entrevista con Manú Dornbierer, 25 de octubre  2009.
 
Entre delfines
Por Mary Carmen Sánchez Ambriz.*
 
Edmundo Valadés fue quien motivó a Manú Dornbierer a que se dedicara al periodismo político. Era escritora. Lo conoció porque ella le llevó a su revista, su cuento  “La Grieta” que ganó el premio de prosa de los Juegos Florales de Ciudad del Carmen, Campeche, 1968; el presidente del jurado fue Juan de la CabadaA pesar de que es más conocida por sus ácidas críticas como articulista de opinión en el mundo de la política, la escritora dice no haberse alejado nunca de la ficción. “El hecho de que no publique, no significa que no esté escribiendo novelas, relatos o cuentos”, asegura Manú. Hace poco tiempo, durante la Feria del Libro de Bogotá que estuvo dedicada a México, se presentó la novela Memorias de un delfín, de Manú Dornbierer; fue el primer libro que se dio a conocer del grupo de escritores que, por invitación del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, visitó Colombia.
            Con este nuevo libro bajo el brazo, la escritora retoma una faceta que inició en 2001, la de editora. Se le ve contenta, entusiasta por los libros que seguirá escribiendo (y editando en Libros del Sol) y porque la ficción le permite tomarse un descanso del periodismo, que es exactamente lo contrario, en materia de libros, ya que sigue publicando su columna “Satiricosas” en muchos diarios del país. Confiesa: “Desistí de hacer libros sobre política porque de lo único que tendría que comentar es que ya vamos en más de 15 mil muertos en la narcoguerra, que cada vez hay menos empleo, que los impuestos suben, que la pobreza aumenta alarmantemente. Ante un panorama tan desolador, lo que tendría que escribir sería algo repetitivo y atroz. Hoy en día hay muchos autores escribiendo lo mismo, como es la vida real en tiempos de Felipe Calderón”.
            A caballo entre la ficción y el ensayo, Manú ha escrito la historia de un científico que se convierte en un delfín. Es resultado de más de ocho años de investigación, época en que la autora fue recopilando datos y documentándose sobre el tema de los cetáceos. “Como yo no soy una mujer con formación científica, no podía hablar de los delfines como una gran conocedora del tema. Y pensé que tratar el tema dentro del periodismo no iba a interesar mucho, por eso decidí hacer una novela e ir introduciendo esa información tan valiosa que tenía”, refiere la autora.
            — ¿El delfín Aris, con memoria humana, es su alter ego?
            — Sí y no. Tampoco lo es totalmente el científico que ha transmutado en él. Pero te quiero decir esto, el mar me transforma, ejerce en mí una atracción fascinante, por eso fue muy importante para mí escribir este libro. Todo proviene del mar. No debemos olvidar que el 75% de nuestro cuerpo es agua. Y mira: Este dato es muy interesante: 13 de los 22 cromosomas de un delfín son exactamente iguales a los de un hombre y entre los 9 restantes algunos son combinaciones o arreglos de sus contrapartes humanas. En realidad al principio el libro está inspirado en los estudios y las valiosas aportaciones que realizó el doctor Dionisio Nieto junto con su hija, la doctora Adela Nieto, sobre el cerebro de los delfines. Por su tamaño y capacidad, la evolución de los mamíferos se ha visto de la siguiente manera: el cerebro más grande corresponde a las ballenas, luego a los delfines y después al ser humano. Esto, por supuesto, va en contra de la Teoría de la Evolución de Darwin.
Del cuento a la novela
            — ¿Cómo fue la génesis de este libro?
—    Bueno he utilizado el camino de la ciencia ficción o a veces “realismo fantástico” en cuentos - aunque pensándolo bien igualmente en un libro político que se llamó “Los periodistas Mueren de Noche”. Por otra  parte el camino de  la novela en dos ocasiones con “Matacandela” y “Los Indignos”. Ahora bien, cuando estaba a punto de reeditar mi libro “ La grieta y otros cuentos” que apareció en  Grijalbo como “En otras dimensiones”
(error mío pues el título de “La Grieta” era muy conocido), deseaba incluir otras narraciones. Revisé los textos y saqué de la edición el relato “En la proa”, me pareció que podía ampliarse y quedar en algo de largo aliento. Lo trabajé y lo incluí en lo que se convirtió en esta novela de ciencia ficción. Aquí también están reflejadas mis experiencias en otros avistamientos de delfines.
            — ¿En la Bahía de Acapulco ha visto delfines?
            — Sí muchos y en otros  lugares. Pero en Acapulco es increíble. Cuando no hay gente entre semana, los vemos muy cerca de la playa. Pero hace poco, el segundo sábado del mes de septiembre, fui a dar un paseo en un yate de amigos. Estábamos como a 40 millas de la costa, 21 kilómetros y piquito, cuando  vinieron  de pronto muchos delfines a la proa y nos precedieron durante largo rato  haciendo toda suerte de gracias a un poco más de la velocidad del yate. Medían aproximadamente dos metros, eran pintos y dorados, nunca los había visto de ese color. Me emocioné muchísimo al verlos y mi amiga Pitis Dehesa, casi seria, me dijo que ellos vienen a darte las gracias por la publicación de la novela. No sé porqué estaban ahí esos delfines, tan cerca que los podíamos tocar si nos hubiéramos detenido.
            — ¿Pretende crear conciencia ecológica al abordar este tema?
            — Sí, claro. No sólo en la cuestión de los cetáceos, sino que el ser humano entienda que debemos respetar en todos los ámbitos  a la naturaleza y relacionarnos  profundamente con ella. Si se gastara una mínima parte de lo que se gasta en armas o en publicidad en tratar de entender a los animales, de comunicarse con ellos, quizá el planeta sería otro. Conviene recordar que el ser humano ni siquiera aceptaba como de su propia especie a las mujeres y a los negros, entonces cómo esa humanidad va a entender lo que es el respeto a la naturaleza. Creo que somos una humanidad muy reciente y, con todo y los adelantos tecnológicos, muy tonta.
            — ¿Cree que el ser humano no ha entendido lo que es la vida?
            — No, salvo algunas filosofías.
            — ¿Religiones?
            — No. Las religiones han cerrado todos los caminos, no sólo el de la imaginación sino también ese conocimiento ontológico de las cosas, de la vida, del universo que evidentemente  tenemos.
Contra el racionalismo
— En el libro emerge la pluma crítica de Manú Dornbierer para hablar contra el racionalismo.
            — En él yo lucho contra el racionalismo porque es otra forma de control. Cuando a la gente se le vaya disminuyendo la necesidad de controlar y de explotar al otro, va a tener una libertad maravillosa para ser ella misma.
            — En Memorias de un delfín se lee: “Los científicos están condenados al racionalismo, pero otros lo abrazan como si fuera una fe. El racionalismo se convierte con frecuencia en una sofocante enfermedad que limita la imaginación y la creatividad. Cuando me curé de mi propio racionalismo me sentí un ave a la que un milagro devuelve sus alas cortadas”. ¿La novela puede verse como una crítica hacia el positivismo, y a la forma en que llegó para quedarse en el sistema educativo mexicano?
            — Sí, por supuesto. Eso me parece increíble. La educación doctrinaria me parece nefasta porque te borra lo que traes inscrito en los genes y en el alma. Yo soy una persona que no sigue escuelas y que no se adhiere a capillitas_ así me va porque soy demasiado independiente_ pero me doy la libertad de pensar en la forma que mi intuición me sugiere. Siempre creí desde niña cosas diferentes que las que me enseñaban.  Por ejemplo, Mozart de niño ya traía todo ese conocimiento y por fortuna no le dijeron que se dedicara a otra cosa ni tuvieron tiempo de “reprogramarlo”… Pero si uno habla de estas cosas… Dicen que se debe creer lo que dice un cura, un rabino, un político o un científico; y este último sabe mucho pero no sabe todo y si no acepta que siempre hay más que lo que él conoce, siempre será un ignorante. Ya lo decía Sócrates. Imagínate lo que habría pasado si Cervantes o Julio Verne hubieran sido racionalistas, no habrían escrito sus grandes obras.
            — ¿México está enfermo de racionalismo?
            — No, porque México es mágico, gracias a Dios. Sería un mejor país si lo dejaran ser como realmente  es.
            — El próximo año será el centenario de Jacques Cousteau, personaje que figura en su libro. ¿Cómo lo celebraría usted?
                __ ¡Por fin se les ocurre! Para empezar, me parece muy bien que la Embajada de Francia  en México esté haciendo dos observatorios en honor de Cousteau: uno en Baja California y otro en Mérida. Fue Cousteau el que abrió los mares a la humanidad moderna, el que despertó a los indiferentes y nos mostró las maravillas que hay en los océanos. El centenario de Jacques Cousteau es un gran acontecimiento no nada más para quienes lo admiramos. Un submarinista, que leyó el libro aportó un importante dato. Me dijo que hasta que Cousteau vino a México, se conoció cómo duermen los tiburones, lo hacen encimados unos sobre otros. Yo celebraría el centenario de Cousteau con una reedición de este Memorias de un delfín, en donde pudiera ampliar datos y añadir más información sobre estos maravillosos cetáceos; también me gustaría que el libro fuera traducido al francés y al inglés. Cuando Cousteau ve a los delfines, dice que la tripulación del Calipso se alegra y que los ve como si fueran amigos, parientes, a diferencia de otros  animales que estudian y con los que conviven; él descubre que nadan a gran velocidad, en grupo, y que incluso pueden moverse más aceleradamente que el barco en donde viaja.
            — Usted cita a Cousteau cuando se refiere a la amplia gama de sonidos que emiten los delfines.
            — Es impresionante y por eso recurrí a su lúcida comparación. Se ha detectado que el vocabulario del los delfines oscila en alrededor de dos mil chasquidos, silbidos y sonidos guturales diferentes. Y recordé aquel comentario del propio Cousteau, quien afirmaba que el más gran dramaturgo francés del siglo XVII, Racine, escribió sus tragedias con un vocabulario mucho menor.
            — ¿Cree en la reencarnación?
            — Sí, por supuesto.
            Al preguntarle a la escritora si pudiera elegir en qué reencarnaría, deja escapar una risa franca que inmediatamente la delata: “Sería uno de ellos, un delfín”.
 
 
*Mary Carmen Sánchez Ambriz es periodista cultural y ensayista. En 2002 ganó el Premio Timón de Oro por el ensayo “La cabeza de Moby Dick”. En 2006, la UAM-Xochimilco publicó su libro Entre la pluma y brújula, recopilación de crónicas, reportajes y entrevistas con prólogo de Huberto Batis. Actualmente escribe una columna de crítica literaria en Milenio y entrevistas en Siempre!
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
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